domingo, 16 de octubre de 2011

Anécdotas de ópera

En esto de la ópera nos pasan muchas cosas divertidas. La mayoría de las veces suceden en los ensayos, donde estamos casi siempre más relajados que en escena y donde a base de repetir las escenas para fijarlas o para montarlas, se dan situaciones muy graciosas....
...O no tanto…recuerdo con horror que una vez en Las Palmas ensayando un Falstaff que ponía en escena Del Monaco, en medio del último acto, subida a un arbol donde cantaba el aria de la Nannetta, descubrí que tenía vértigo y fui incapaz de bajar de alli por mucho rato. Tuvo que subir Carlos Alvarez a buscarme para ayudarme a bajar por una escalerilla donde solo cabia una persona, por una escalerilla donde no se veían los escalones, por la que había que bajar de espaldas y donde además estaba oscuro como boca de lobo. Tuve que hacer ensayos extras para ser capaz de bajar a pesar del miedo y luego a pesar del traje, que tenia doscientas sobrefaldas muy pesadas y que pesaba un mundo.
Pero lo normal es que la cosa sea divertida. Y en escena es donde más divertida es si se da el caso de que surja un imprevisto del tipo “el cantante no aparece y le toca salir”,o “ostras, falta el espejo de tres metros por dos que debería estar apoyado en esta pared”,o “la cantante, que no domina el idioma en el que canta dice una palabra en vez de otra y el resultado es descacharrante”, etc
Asi que voy a abrir la sección anécdotas, porque en estos añitos de profesión me han ocurrido unas cuantas. Algunas tan buenas de no poder ni seguir cantando. La mayoría ponen a prueba tu ingenio y tu concentración. Cuando hay anécdotas, la función se vuelve gloriosa. A veces el público no se da cuenta, pero cuando lo hace….¡que dificil es seguir cantando!
Pensaba seguir un orden cronológico, pero es imposible, son demasiadas y no tengo buena memoria para las fechas.  Pero os voy a contar una de las mil que me han sucedido cantando Rigoletto. 
A principios de los 90 estaba haciendo mi tercera producción de Rigoletto en Zurich. En la escena del rapto de Gilda la escenografía representaba un patio que tenía una escalera que subía a las habitaciones de la casa. Yo subía la escalera durante el Caro Nome y me iba adentro cerrando la puerta tras de mi. Al poco, entraba uno de mis raptores con los señores del coro, subía la escalera y tocaba a la puerta. Giovanna, la cuidadora, salía, recibía su segundo soborno y entraba. A partir de ahí la escena seguía del siguiente modo: yo salía creyendo que mi padre había vuelto y mirando hacia la escalera y no veía que mi asaltante se escondía a mi izquierda, pegado a la pared que estaba en sombras. Al darle la espalda, él me ponía un pañuelo en la boca y me empujaba haciéndome bajar las escaleras, donde esperaba un fornido señor del coro que me cargaba a la espalda y se me llevaba a toda prisa. Esta escena hay que hacerla en el tiempo exacto que la música marca y es imprescindible estar fuera de la escena para cantar "Soccorso, padre mío". Y eso era lo que sucedía toodas las noches.
Pero hubo una.... 
Mi raptor llevaba una capa. 
Y de la pared donde se ocultaba por un segundo colgaba una preciosa enredadera de plástico. 
Yo salí, miré la escalera y sentí, como todas las noches, que una mano me tapaba la boca con un pañuelo. Para hacerlo más realista, sin que fuera una indicación que hubiera recibido del director de escena, yo me llevaba la mano a la boca para intentar zafarme de la suya y del pañuelo. De repente sentí que la mano de mi amigo Martin Zysset, se retiraba y me dejaba a mi sola la labor de sujetarme el pañuelo para evitar que gritara. Extrañada, me volví y vi a mi raptor y amigo atrapado en la enredadera y luchando como un loco con ella para seguir con la escena. Pero no podía liberarse y la música seguía andando así que empecé a bajar la escalera yo sola, sujetándome el pañuelo en la boca y mirando con terror repetidamente hacia atrás como huyendo del espantoso ataque de la enredadera de plástico, como si huyera del miedo que me daba el tipo y su lucha con la planta. Mientras bajaba la escalera, veía al apuntador dándose golpes con el techo de la concha del ataque de risa que tenía.... Llegué a mi portador que me agarró y a carcajadas nos fuimos del escenario. Casi no pude cantar mi frase entre bastidores, y la anécdota es legendaria en el teatro.
¡¡Ah! ¡¡Por supuesto, la enredadera no volvió a aparecer nunca más en aquella pared!!
Bueno, os dejo con ganas para que volváis a por más.

Rigoletto 1991. Nello Santi, Leo Nucci, Isabel Rey, Salvatore Fisichella, Stefania Kaluza, Guido Götzen

¡¡Saludos!!