miércoles, 19 de octubre de 2011

Rutinas antes de la función. Vida de cantante

El ritual de un cantante ante la función del día es muy variado; hay que levantarse tarde, o al menos intentarlo, pasar el día lo más tranquilo posible (un paseíto por la mañana si el clima lo permite) y comer tarde y muy bien: hidratos, proteínas, vegetales, fruta... 
Durante muchos años comí exclusivamente pasta blanca con queso parmesano y aceite de oliva virgen. Pero realmente afronto mejor la función si hago una comida completa. Muchos colegas comen un poco más temprano y duermen siesta, yo solo lo hago así si he pasado muy mala noche y me he despertado temprano (antes de las 9). Lo que si procuro es hablar poco, en unas horas le voy a pedir un esfuerzo notable a mis cuerdas, así que un poco de cariño no les sentará mal..
Cuando llega la hora de ir al teatro, escojo un conjunto bonito y me arreglo un poco. Muchas veces hay sorpresas después de la función: alguna cena con un sponsor, una visita que no esperabas, una invitación del teatro o de un colega... ir bien vestido al teatro para mi es algo imprescindible, forma parte de la profesión. 
Hay quien llega dos horas y media antes al teatro y se canta y re-canta toda la ópera sin descanso varias veces en el camerino hasta casi su salida a escena. 
Hay quien a punto de salir, se echa a correr y a subir y bajar todas las escaleras que encuentra mientras aprovecha para dar el "In bocca al lupo" a todos los colegas. 
Hay quien llega al teatro con el tiempo justo para maquillarse y salir, sin duda vienen vocalizados de casa. 
Hay quien, sabiendo que entra en el minuto 20 de la segunda parte, llega al teatro bien entrado ya el primer acto. 
Hay quien se lía a hacer abdominales antes de salir...en fin, todos hacemos nuestras cosas. 
Yo llego siempre una hora y media antes al teatro, sea cual sea la hora a la que sale mi personaje a escena, pues me inquieta estar en casa cuando la función ya ha empezado. Lo primero que hago es ponerme mi kimono de maquillaje, abrir la partitura y ponerla sobre el piano, y la tercera cosa que hago es maquillarme. El maquillaje me relaja muchísimo, demasiado incluso. Si cantara antes de maquillarme, esa relajación me obligaría a empezar todo de cero de nuevo: ¡a veces me llego a dormir!
Tras el maquillaje, aproximadamente una hora antes de la función, empiezo a repasar las frases más cómodas y poco a poco voy buscando las de más dificultad. Luego vuelvo al inicio del rol y paso en detalle la primera escena que voy a cantar.
Media hora antes de la función me visto, aunque si el vestuario tiene corsé, me lo pongo una hora antes de empezar, para trabajar las frases ya con las "apreturas" y habituarme a la "movilidad" del traje. Si es una ópera con dificultades escénicas (por escenografía complicada, por traje gigantesco o muy pesado o por movimientos difíciles para cantar) reservo diez minutos para ir al escenario y comprobar que las cosas están en su sitio o para practicar o recordar cualquier detalle.
Vuelvo al camerino y practico de nuevo las primeras frases, aquello de "el que empieza bien empieza dos veces" es la pura verdad.
¡Aviso de inicio! Repaso a la peluca, al maquillaje...y ¡a disfrutar! Por algún motivo que viene conmigo desde la cuna, no me pongo nerviosa antes de empezar, no hay "trac", ni susto, ni "¿qué hago aquí?", los que me conocen saben que es cierto y es muy práctico, sales con los cinco sentidos alerta naturalmente. 
Siempre he procurado no tener más "muletas" de las necesarias a la hora de salir al escenario, ningún ritual-de-buena suerte; si por las cosas de la vida no pudiera tener a mano las cosas sin las que no puedo ponerme a cantar.... ¿que haría? No tomo caramelos, tuve una mala experiencia la primera vez que tomé uno al inicio de mi carrera y no los uso. No uso pastillas de perborato para tener la boca ensalivada... es una profesión perfecta para ello y entiendo perfectamente a quien los tiene, pero yo no tengo fetiches. Además ocupan espacio en la maleta y a mi siempre me falta espacio en la maleta para poner cosas...
En cuanto el personaje lo permite vuelvo al camerino y retomo mi partitura. Si ha habido errores o dudas musicales, las reviso automáticamente. Si ha habido una nota "tonta" la repaso igualmente, si ha habido algún pasaje con el que no estoy satisfecha, lo anoto para estudiarlo mañana.
Bebo coca-cola, es la bebida perfecta para mi en la función, eso si, con todo: gas, cafeína, azúcar....bien fría..., me repone muchísimo. Si no tengo otra pausa antes del intermedio, bajo a la cantina a buscar un bocadillo si no me he traído uno de casa y vuelvo al camerino a repasar las frases de la escena siguiente... me gusta repasar las cosas justo antes de salir, así las tengo más fresquitas. Se puede decir que canto la ópera mínimo dos veces: una en el camerino y otra con la orquesta.
En la pausa doy cuenta del bocadillo. Cuando era más jovencilla no lo necesitaba, los roles eran más ligeros y con la coca-cola tenía suficiente, pero con óperas como Masnadieri, Faust, Königskinder, Dialogues, Boccanegra.... ¡hay que reponer hidratos y proteínas!
La pausa SIEMPRE es demasiado corta. Visita al baño, retocar maquillaje y peluquería, cambiarse de vestuario, repasar la segunda parte, alguna visita que tengas.... ¡me causa más estrés la pausa que la función! 
A veces el rol que cantas tiene muchos ratos muertos en el camerino; en esos casos ocupas el tiempo o bien quedándote en escena a ver a tus colegas, o en el camerino haciendo algo. Yo suelo quedarme en el camerino. No puedo leer, pues cuando leo me vuelvo sorda y no me entero si me llaman a escena, así que hago labores; punto de cruz, patchwork, o juego con los zombies y las plantas o con los angry birds. Cantar demasiado en el camerino tampoco es bueno, así que una vez repasado lo próximo a cantar en escena prefiero coser, da mucha paz y es creativo. 
En algunos camerinos hay tentadores sofás o divanes o chaise-longes, ¡incluso camitas plegables! Yo los evito, proponen un relajo prematuro... las segundas partes en general son muy potentes y hay que estar en pleno uso de energía y a tope de motivación, un ratito tumbada le daría el mensaje incorrecto a mi cerebro. 
Este es el motivo por el que los cantantes somos dormilones. Se supone que hemos de dar lo mejor de nuestra capacidad en las horas en las que ya ha oscurecido y el cuerpo y el cerebro se preparan para la noche bombardeando de Melatonina al cuerpo. Los biorritmos están en fase descendente. Así que hemos de desplazar la jornada unas cuantas horas para contrarrestar los efectos de nuestro reloj biológico. 
Hemos pasado semanas ensayando por las mañanas, y terminando por las tardes precisamente a la hora a la que empieza la función. Y en 24 horas hay que darle la vuelta a la tortilla. Si además estás cantando una ópera mientras ensayas otra (algo muy común en los teatros de repertorio) la cosa se hace doblemente difícil; a ver, situarse: has terminado la función a media noche, atiendes a los posibles amigos que hayan venido a verte, cambiate, desmaquíllate, dúchate y firma algunos autógrafos, a veces hay cena tras la función, a veces no, así que al llegar a casa comes alguna cosilla... te acuestas y te habrás quedado dormido más o menos tarde y antes de que el cuerpo haya descansado lo necesario (y justo) debes ponerte el despertador para estar a tope en el ensayo de las 10.00 de la mañana siguiente.
Cantar y ensayar es un ejercicio agotador: es como correr. Es aeróbico, requiere una gran concentración que se debe repartir entre pensar cómo cantas y ponerte al servicio de tu director de escena y de tus colegas para avanzar en las escenas y hacer el mejor personaje posible. Es como un entrenamiento: cuanto mejor lo hagas, mejor será la función.
La vida del cantante de ópera es la de un atleta en todos los sentidos, en el físico y en el intelectual. ¡Claro que somos dormilones! ¡Jajajajaja! ¡Qué remedio!

Gracias por vuestro tiempo, ¡saludos!.